Política y Sociedad

El mundo no puede partirse en dos

Artículo de opinión de Mª Ángeles López Artal

El profesor de filosofía que tuve a los 16 años presentó su asignatura el primer día de clase clasificándonos en dos grupos: los que desenvolvíamos lentamente un regalo perfectamente empaquetado con un lazo, despegando el celo con suavidad para no romper el papel y poder guardarlo de recuerdo y, por otro lado, los que lo hacíamos rápidamente rompiendo el papel y tirándolo. El profesor nos dijo que había dos tipos de personas: las que tienen espíritu filosófico, por la esmerada y estudiada manera que emplean en llegar al conocimiento (regalo) y las que carecían de dicho espíritu (rompiendo el papel y tirándolo). También el cine nos ha regalado momentos como el de Clint Eastwood en la película de “el Bueno, el feo y el malo”, cuando afirmaba que había dos tipos de hombres con aquella frase mítica de “los que tienen revolver cargado y los que cavan. Tu cavas”. Las redes sociales no son excepción. Recientemente he visto una página en facebook que se llama “en el mundo hay dos tipos de personas” y, aunque parezca mentira, su administrador tiene contenido suficiente para mantener entretenidos a varios centenares de seguidores, igual que el tweet del año 2014: “Hay dos tipos de personas: los que prefieren la tortilla de patatas un poco deshecha por dentro y los que no tienen ni puta idea de la vida”, que fue retweeteado mas de 800 veces.

Tal es la necesidad de explicar nuestra compleja realidad que la simplificamos al máximo. El problema radica en que esta tendencia a la sencillez ha dejado de utilizarse con cuestiones ordinarias de la vida cotidiana para pasar a ser el cimiento de una parte importante de la clase política que pide voto, piensa, habla y conduce campañas con la sencillez de un mundo partido en dos. Y esto ya son palabras mayores. Si le preguntásemos a un experto sociólogo cuántas clases sociales hay, nos explicaría que la crisis y las diferentes tendencias sociales han dado lugar a estudios que postulan la existencia de siete clases sociales diferentes. Si esta misma pregunta se la hacemos a un líder populista nos dirá que solo hay dos clases, la trabajadora y la capitalista, siempre con intereses incompatibles. Esta concepción de clase es la que explica, a juicio de estos nuevos Adanes de nuestra democracia, todos los desastres del capitalismo, porque los trabajadores están vinculados directamente a la generación de riqueza y la actividad productiva mientras que los capitalistas se enriquecen a costa de los primeros. Esta simplificación de la realidad aderezada con la corrupción de buena parte del establishment, invita a recuperar una lucha de clases incluso más allá de la esfera económica. Así, la neonata generación política nos obliga a crear opinión a través de la imprescindible pertenencia a un grupo. ¿Estás en contra de la corrupción? Entonces tienes que estar en contra del Sistema. Menos mal que no me obligan a que me guste la tortilla cruda por dentro. La opción populista, en el fondo, parece que no confía en la democracia y busca la formación de una mayoría incontestable frente a la malvada minoría de la casta.

Uno de los valores de un Sistema sano se basa precisamente en lo contrario, en que contenga poderosas opciones políticas que puedan trabajar, en gobierno o en oposición, gracias a una herramienta que se llama proceso electoral. Tanto nuestro Sistema como sus procesos electorales tienen fallos pero no debemos engañarnos. Tenemos poco que inventar y poco margen de maniobra en las políticas públicas porque los grandes logros están conseguidos y aceptados: El estado de bienestar universal, la integración en Europa y sus consecuencias, la negociación colectiva, la regulación sobre protección del medioambiente o la integración de minorías. Lo que debe discutirse es quién lo va a gestionar mejor en cada momento y esa realidad tiene muchas aristas. El mundo no puede partirse en dos, de la misma manera que el sentido de pertenencia a un segmento social no es una exclusiva cuestión de origen. Elegir bien al gobernante requiere actitud, aptitud, nivel de conocimiento y superación de estereotipos. Es una decisión compleja que te lleva al error si la intentas simplificar.

M. Ángeles López Artal. Economista

Acertius no se compromete ni se hace responsable de las ideas vertidas en esta sección del blog.

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