Política y Sociedad

No es lo mismo sonido que ruido

Artículo de opinión de Mª Ángeles López Artal

No es lo mismo sonido que ruido. El ruido contribuye a la contaminación en la medida en que produce efectos negativos sobre la salud auditiva, psíquica y física de todos los seres vivos. Tampoco es lo mismo jerga que idioma y, al igual que sucede con el ruido, las jergas suponen una degradación semántica del lenguaje y del nivel cultural de quienes las utilizan. En el Siglo XXI, las jergas han dejado de ser exclusivas de grupos sociales marginados o de comunicación informal entre profesionales del mismo gremio, para convertirse en auténticas herramientas de comunicación de algunos políticos y dirigentes de la vida económica y administrativa.

El escritor Amando de Miguel, con esa ocurrencia e ironía fina que le caracteriza, es el inventor del término “politiqués” para referirse a la jerga snob de los políticos y profesionales mejor situados. El politiqués incluye palabras inventadas, palabras tradicionales mal usadas y combinaciones de términos unas veces retóricos y otros incluso contradictorios. En definitiva, el politiqués sirve para decir entre poco y nada pero, eso sí, provoca un efecto ponderativo y de realce a un discurso originalmente pobre y poco riguroso. Así, nuestros snobs de la esfera pública “ponen en valor”, “empoderan”, recomiendan “resiliencia”, analizan la “materialidad”, usan “hojas de ruta”, “implementan” , toman decisiones “si o si” y niegan al grito de “ no es no”. El politiqués crece tanto y a tal velocidad que no sería de extrañar que terminase siendo una competencia profesional a incluir en el currículo. Cosas más raras se han visto.

Ironías aparte, no es tanto la forma y el estilo de la comunicación sino el fondo del debate político lo que me lleva a compartir mis reflexiones. Quiero referirme concretamente a la escasa capacidad de diálogo que muestran muchos de los políticos actuales, más cerca del discurso de odio que de la búsqueda del consenso y el pacto. Hace aproximadamente un año, la Presidenta del Congreso, Ana Pastor, amonestaba a diputados de Podemos y PP por la falta de tolerancia y respeto que manifestaron en su puesto de trabajo. “Ustedes quieren que nos respeten los ciudadanos y ese respeto se gana aquí cada día, de la mañana a la noche y especialmente respetando a quienes son o pueden ser sus oponentes políticos”, aseveró con gesto serio ante la vergonzosa actitud y las malas formas de algunos de nuestros representantes políticos. A mí me despedirían por menos.

Nuestras bibliotecas están llenas de magníficos discursos políticos de otras épocas. Discursos que nos han servido para conocer la historia, entender los cambios que se han producido en la sociedad a lo largo del tiempo, aprender y admirar brillantes oratorias. Incluso las anécdotas simpáticas del hemiciclo dejan ver a personas cultas y brillantes. En 1934, José María Gil Robles, fue espetado por un contrincante político que le dijo alzando la voz “Su señoría es de los que todavía llevan calzoncillos de seda”. Gil Robles esperó a que el hemiciclo recuperase el silencio y le replicó con elegancia: “No sabía que su esposa fuera tan indiscreta”. También hay una anécdota muy conocida de Winston Churchill, político culto, mordaz y elegante, y de Lady Astor, la primera mujer que ocupó escaño en la Cámara. Ella le dijo: “Si usted fuera mi marido, le echaría veneno en el té” y Churchill contestó: “Señora, si usted fuera mi esposa…., me lo bebería”. Éstas y otras anécdotas las recogió el periodista y escritor Luis Carandell en un libro titulado: “la anécdotas sobre la política”. Desgraciadamente, los chascarrillos de hoy los recogería Carandell en un libro de pocas páginas y de escaso humor. Nos guste o no, poco queda hoy en el debate político una vez que quitamos la demagogia y el reproche.

M. Ángeles López Artal. Economista

Acertius no se compromete ni se hace responsable de las ideas vertidas en esta sección del blog.

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